Carne y uña… (N° 353)

No me pidas que te abrace para regalarme un beso,
¡no es que soy falto de excesos! o desalmado en mi andar,
es que me cuesta entregar ¡aquello que no he vivido!
aunque me sobren motivos ¡para tratar de cambiar!.
No me pidas que acompañe, tus gustos y tus pasiones,
no es que no admire tus dones, o me sienta un incapaz,
no sé bien cómo empezar sin invadir tus espacios,
debiendo marchar despacio ¡mudo me quedo! a admirar.
Aunque me pase la vida tratando cambiar por dentro
y todo aquello que siento me cueste hacerlo aflorar,
aunque vea que está mal cómo procedo y actúo,
debes saber ¡que no dudo! cuando se trata de amar.
¡Que no lo sepa expresar! no implica que no lo viva,
o por dentro me desviva y busque acercarme aún más,
pero no me es natural puesto que no lo he vivido,
llevo dentro mil motivo ¡para poderlo alcanzar!.
Y si no tomo tu mano, no te alzo, no te beso,
no acompaño tus procesos, o no me apego a tu andar,
hijo mío has de esperar que se me haga carne y uña,
aquello que mi terruño, no me ha sabido ¡brindar!
                                                                24/10/2018
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Cuando los afectos en el hogar no son materializados, expresados, vivenciados, es difícil poder asimilarlos y mucho más trasmitirlos. ¡No es que no se ame!, no se sufra, no se desviva… es que no se sabe cómo expresar o transmitir lo que uno siente, porque no se lo mamó de pequeño, por vergüenza, por falta de expresión, por cotidianidad. Aquellos que hace varios años que somos jóvenes, hemos padecido más este tipo de carencias de afectos, no porque nuestros progenitores no nos hayan amado, simplemente porque ellos recibieron… ¡mucho menos aún!.