A ese día a Lisa le pesaba levantarse. Y cada día que transcurría era peor. El desgano, la sinrazón, las ganas de vivir se habían evaporado. Nada ya la motivaba a continuar. Sentía que el pasado, el ayer, volvía con su inmensa carga de auto reproches. Y no es que lo buscase. Por el contrario. Afloraba de la nada, entre recuerdos de los momentos compartidos con Oscar. “Su compañero de viaje como le gustaba decir”. Y no lo podía evitar. Estaba demasiadas horas sola.
Tomó el viejo rosario que estaba sobre la mesa de luz. Su compañero en la soledad. Y comenzó bajo las frazadas con ambas manos, a pasar una a una sus cuentas. Como una autómata. Sentía frío.
Mientras rezaba, le vino a la mente cuando se conocieron con Oscar. Qué guapo era. Qué caballero. Cuánto me amaba. Si me habré aprovechado de eso. Pero él sabía que lo hacía como un juego. No como berrinche para molestarlo. Y me seguía el juego. Me encantaba cuando fruncía el ceño haciéndose el ofendido. No le salía bien, no era buen actor. ¡Si no nos hubiese sucedido lo de Nina! Si la tragedia no hubiese cruzado nuestro camino… ¡Ohh, otra vez! Ya vuelve. Me fui de nuevo. Pensó.
Padre nuestro que estas… continuó pasando las cuentas. Ese primer beso que me dió bajo la lluvia. Me lo robó. Qué caradura. Va, yo lo provoqué. No era para menos. Hacía un mes que salíamos como amigos. Pobrecita mi niña. Tan contenta que estaba con su bici nueva. Su primera salida. ¿Por qué Dios? ¿Por qué nos hiciste eso? Hay tanta gente mala. Tanta gente que hace daño. Y ella inocente, mi vida…
Golpearon a la puerta — ¡Lisa!, ¡Lisa! ¿estás bien? — se hizo un silencio y nuevamente — ¡Lisa!, ¡Lisa! — Hoy no querida vecina… tengo mucho frío Olga. Pensó Luisa mientras se tapaba hasta el cuello y continuaba. Santa María madre de Dios…Lo contento que estaba cuando supo que iba a ser papá. Nunca imaginé que cambiaría así. Cómo me mimaba. Me cuidaba. Estaba en cada detalle. No se le escapaba nada. Hasta que sucedió lo del accidente. ¡Ese loco alcoholizado! y mi pobre Nina ¡justo ahí! tan sola mi ángel. No, no debo seguir pensando. De nada me sirve. Nada me la devolverá.
Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo… Mi Oscarcito. ¡Vos también me dejaste sola! Que rápido te me fuiste. Nunca me voy a olvidar el viaje al Caribe que hicimos. ¡Qué belleza! ¡Qué bien que la pasamos! Siempre la pasábamos bien si estábamos juntos. ¡Nos amábamos con locura! y vos hacías lo imposible por verme bien. Si lo del viaje fue después del accidente. No vayas a creer que no me daba cuenta que tratabas de poner buena cara y buen ánimo para que yo no decaiga. La procesión tuya iba por dentro. Tu semblante diario mostraba la impotencia. Cómo cambiaste por esos días. ¡Cuánto dolor!… Los sueños, no los arrancaron de las manos. Ya no fuimos iguales por dentro. Ya nunca más pudimos caminar los tres juntos tomados de la mano. Su cuerpito ¡ahí! tirado en la calle. Su guardapolvo teñido de rojo. Su mochila destrozada y todo desparramado. ¡Y él pidiéndonos perdón! De qué nos servía el perdón de un imprudente alcoholizado.
Ahora y en la hora de nuestra muerte amén… Oscar, ¡nunca te voy a olvidar!. Mirá que me acuerdo que me prometiste que me ibas a estar esperando. Que no me pusiera triste. Que la vida pasa rápido. Veinte años llevo ya viejito querido, sola. Veinte años de todos los días terminar llorando rodeada de recuerdos.
Una sonrisa se le dibujo en los labios. Un frío le recorrió todo el cuerpo y la hizo estremecer. Las cuentas del rosario se desparramaron sobre la cama y otras estallaron en el piso. Al momento que se escuchaba a Olga volver a llamar a la puerta insistentemente. — Lisa, Lisa. ¿Estás bien? Contestá por favor. ¡Lisa!.
- Ábra por favor, ábra urgente la puerta. Seguro le pasó algo — Olga dijo al cerrajero
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