Llegado al hospicio en el ocaso de mis días,
el aire se tiñe, con tinte, a despedida
y antes de ver, lo que es, mi último día,
es mí deseo escribir, la historia de mi vida.
Sentí amor de cuna, de brazos que me alzaron,
acallando sollozos, de angustia contenida.
y pechos que saciaron, con premura osadía,
buscando consolarme, de la hambruna sentida
Sentí amor de amores, esos, que no se olvidan,
que están a flor de piel alegrando los días,
esos que te respetan acortando la vida,
porque estando al lado, se vive el día a día.
Y echan sus raíces, allí, donde no había,
ciñendo fuertemente, las penas y alegrías
sutilmente se fueron mezclando con las mías,
ya nada las separa en esta, o la otra vida..
Sentí amor de padre, amado por sus hijos
Y pude en cada abrazo, amar y dar cobijo.
Sentí amor de amigos, esos, que no se borran,
que aunque no los nombre, los llevo en mi memoria.
Sentí amor de abuelo, fue el regalo más bello,
pudiendo el ser humano volver a tener sueños,
a jugar como un niño, a sonreír y abrazar,
a descubrir que en la vida, solo, es preciso amar.
No tuve, tempestades, ni batallas ganadas,
ni vida desahuciada, ni amores por llorar.
Tan solo tuve amores, de esos, que no se olvidan,
Porque pude en la vida, amar… sin vacilar.
07/02/2016
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